Luis Camba es el presidente electo del Banco de Alimentos Rías Altas. Asegura que su misión es continuista, que no llega con intención de hacer grandes cambios sino de mantener lo que ya hay y de mejorarlo para hacer la vida de los que dependen de la institución, un poco más sencilla.

-¿Cómo afronta este mandato de cuatro años?

-Soy el presidente electo ahora, pero antes era el tesorero. Tengo el objetivo de conseguir una nave en la que podamos tener el almacén y las oficinas juntas, porque ahora están separadas y hacemos el doble de trabajo. Primero dando entrada a los alimentos en el almacén y, después, pasándolos al programa de la oficina. No hay muchos cambios en la directiva, queremos mantener la labor que está haciendo el Banco de Alimentos. Aquí empezamos sin furgonetas y sin oficinas y ahora tenemos cuatro. El Ayuntamiento nos cedió una nave de Emalcsa, que es donde estamos y Sánchez, la nave en la que guardamos los alimentos que nos llegan del Fondo de Garantía Europeo. Mi idea es buscar socios que nos permitan tener unos ingresos mensuales fijos porque algunas veces tenemos dinero pero otras nos quedamos en rojo.

-¿Cuánto necesitarían mensualmente?

-Pues nos gustaría tener un mínimo de 3.000 euros al mes para poder pagar una nave y para el mantenimiento de los cuatro furgones que tenemos recogiendo alimentos todos los días. Nos gustaría hacer una campaña para conseguir mil socios que nos paguen diez euros al mes. Ahora ingresamos 440 euros al mes por las cuotas de los socios, que es lo que gasta un furgón en gasóleo. Ahora, además, vamos a tener que implantar un programa informático nuevo, que cuesta mucho dinero, porque como nos declararon entidad de interés público tenemos que cumplir con unos requisitos con Hacienda. Nosotros llevamos la cuenta de los kilos de comida que entran y que repartimos, pero a partir de ahora tendremos que valorar también la mercancía que movemos. Tenemos que empezar a hablar no solo de kilos sino también de euros.

-¿A cuántas entidades dan servicio actualmente?

-A 84 del triángulo que forman Ortigueira, Ordes y Cee. Los furgones no paran. Van a recoger la mercancía a las entidades colaboradoras y, en el almacén, hacemos unos palés de alimentos y productos y los beneficiarios vienen dos veces al mes a recoger su partida. Estamos hablando de 4.000 o 5.000 kilos diarios de comida que salen de la nave y que reparten y clasifican voluntarios.

-¿Sigue aumentando el número de familias que necesita ayuda o se ha estancado ya?

-Sigue creciendo. Ojalá dejase de aumentar, aún así, tanto las empresas como las personas particulares, en épocas de crisis siguen siendo muy solidarias y no nos quedamos sin productos para repartir. Ahora mismo, nuestra gran preocupación son los niños porque los colegios nos están pidiendo ya alimentos para darles de desayunar y de merendar a sus alumnos, así que todo el fiambre que nos llega se lo mandamos y después cacao, mermelada y pan de molde también, que los niños también tienen derecho a darse un caprichito. Primero van los niños y después las familias, claro. Tenemos a seis entidades en lista de espera que quieren entrar en el Banco de Alimentos pero, por ahora, no tenemos sitio porque atendemos a casi todos los Cáritas de A Coruña -en cada parroquia hay uno- y a otras entidades que atienden a personas en exclusión social, como mujeres maltratadas, niños cuyos padres están en prisión o enfermos de VIH. Ahora, además, se nos están apuntando los ayuntamientos y a ellos les tenemos que dar más cantidad, porque atienden a una población mayor que Cáritas, por ejemplo.

-¿A cuántas personas atienden diariamente?

-A unas 28.000, más o menos. El problema es muy gordo. Todos tenemos amigos que se han quedado en el paro pagando una hipoteca o un alquiler y que están pasando por dificultades, entre ellos, algunos de nuestros voluntarios. Aquí viene mucha gente a pedirnos comida, pero nosotros no atendemos a particulares, solo a instituciones, así que, lo único que podemos hacer es recomendarles que vayan a Cáritas para que les ayuden desde allí.